Por Jorge
Bourges Rodríguez
Exilio
creativo; año 1665
Alcancé las estrellas porque estuve
parado sobre los hombros de
gigantes
ISAAC NEWTON
Durante
los años 1665 y 1666 una epidemia de PESTE BUBÓNICA soló a Inglaterra. En aquel
entonces, como lo es ahora, el aislamiento de los enfermos y la dispersión de
los no enfermos constituía la principal arma para enfrentar la calamidad. Una
de las poblaciones que debió ser abandonada fue la ciudad de Cambridge y, desde
luego, su famosa Universidad y el ya ilustre académico Isaac Newton hubo de
emigrar hacia la granja que poseía su familia, para ponerse a salvo de la
terrible enfermedad.
A
tal exilio llevó libros y apuntes personales, pero, sobre todo, llevó en su
mente muchos problemas físicos y astronómicos que le inquietaban e ideas
largamente masculladas acerca de dichos problemas, pero que todavía no había
podido poner en orden.
Don
Isaac era un pensador muy profundo y le había estado dando muchas vueltas al
Principio de Galileo, o primera ley, “todo objeto no sujeto a fuerza alguna
permanecerá en equilibrio o describiendo un movimiento rectilíneo uniforme”; a
la formulación del concepto de Masa Inercial y su definición operacional, o
segunda ley y al principio de Acción y
Reacción, extrapoladas a las “Acciones a Distancia” y no sólo a las colisiones
de bolas de billar al estilo de Descartes. También a las consecuencias
dinámicas de las Leyes de Kepler.
Él
ya había marcado su personal punto de vista en cada una de esas ideas, pero
todavía revoloteaban desordenadamente en su cabeza. Es posible, que el forzoso
exilio lo obligara a pensar con calma.
Y
entonces… Continuar
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